2020 ¡Qué puñetazo en la cara!

Nah, no lo creo. Recogemos lo que cultivamos.

Yo por mi parte, tenía todo muy nublado, y sí, he sentido un puñetazo fuerte aunque no fue como que hubiese visto la mano amagando.

Aquí estoy, completamente desubicada y queriendo acomodar este rompecabezas de la forma más sencilla que puedo y tengo de momento. Una vieja amiga, la escritura terapéutica.
Mientras pago las cuentas que tengo pendientes, trato de salir de lo más inmediato, de lo que puedo, aún cuando el futuro y el hogar se ven tan difusos... ¿el hogar? ¿qué hogar?

230 mil pesos y yo con contrato laboral suspendido ¡Ser adulto apesta! Aunque si sigo repitiéndome esto tal vez termine por sabotearme la adultez, de la cual disfruto tanto como quiero.

Ser adulto no está tan mal, lo malo en mi vida es haber tomado malas decisiones y no creerme aún el cuento de que puedo hacer algo bien (parece que ella no ha salido de los 16 y constantemente se ve así misma llorando detrás del mueble de la sala en su casa en la costa porque siente que su futuro será miserable). Oh, Marce, cómo me gustaría tomar tu mano, abrazarte y decirte que no será tan mal, pero debes esforzarte más.

Ahora tienes que hacerlo, para no continuar en automático, en este limbo.

Tienes que esforzarte más, porque vas a sufrir y bastante, vas a llorar aún más, pero va a pasar. Todo.  No, en verdad, todo va pasando.

Lo más curioso de esto es que la pequeña Marce de 8 años es quien me abraza en las noches y toma mi mano tibia para decirme que todo estará bien, que puedo llorar con ella, que entiende mi dolor, que no me equivoqué, que no debo arrepentirme, que puedo ser fuerte, que puedo elegir el camino racional para no inundarme con las ideas intrusivas del falso escudo de protección que crea el odiar.

En este punto pensarán que me estoy disociando hahaha... estas son las extrañas formas que tiene la mente de dar alivio en los días de duelo y sufrimiento, al menos es la nueva forma que he encontrado (dentro de la fantasía) para volver a poner los pies sobre la tierra y entender que mi dolor es completamente "permitible", pero no debo autosabotearme, que es normal decaer, retroceder y volver a empantanarme de miseria, aunque no será eterna.

Y así es como este 2020 obtuvimos una pandemia, un recorte de presupuesto, 4 kilos más y la inminente ruptura amorosa, cuyo duelo he tenido que hacer con mi expareja dentro de la misma casa desde hace 4 meses. En este punto ¿qué más puedo esperar?

Está siendo tan pero tan difícil.

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Lo anterior fue escrito en noviembre del 2020. Hoy, 5 años después, puedo decir que no morí, no me comió el dolor tampoco, pero fue prolongado, más de lo que debía... I mean... mi primera esperanza de hogar murió. 
Así fue, estuve hasta el 2023 sufriendo el desamor en una ininterrumpida ráfaga de malas elecciones, anhedonia, episodios depresivos y duelos que parecían insuperables: en 2020 perdí a mi pareja, pero en 2023 perdí a mi ex que se había transformado en mi compañero, mi amigo, mi red de apoyo... hasta que por cordura y necesidad de avanzar, sencillamente lo saqué de mi vida. Cerré la puerta y clichesudamente se empezaron a abrir los caminos.

La vida es el recordatorio constante de la impermanencia y no sé por qué ante el dolor, que es tan intenso y tan agudo, a uno se le olvida que es eventual, que va a pasar, porque los vínculos más profundos también se extinguen, aunque si te descuidas, pueden mutar en fantasmas que embrujan nuestra casa y deben ser exorcizados. Las personas como yo, que tendemos a la nostalgia, pueden ser hábitat ideal de muchos fantasmas, pero nada que un bañito amargo no tumbe, porque nada es imperecedero, eterno.

 


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