El cuento de amar


Entre tanta basura ¿o mucha inteligencia? que hay en mi cabeza, me puse a pensar, como cosa rara, en la dinámica que lleva a los seres humanos a establecer relaciones afectivas duraderas o mejor, como dice mi amigo Jorge, emocionalmente significativas, así duren una semana, porque bueno, es un camello ponerse a simplificarlo todo, decir que ese tipo de cuestiones son imposibles sería una mentira, si bien es sabido, que para algunos basta con un "clic" para profesar amor eterno. Y es que yo si creo en "el amor de la vida" más no digo que  necesariamente sea solo uno, en los muchos o pocos años que nos toque vivir.

Lo menciono porque he llegado a ofender personas al tratar de generalizar ciertos aspectos que modulan en este juego del amor, pero es que a veces necesitamos ciertas pautas para comprender lo que nos aqueja, porque nada más problemático, desgastante, masoquista pero necesario que el cuento del amar y ser o no correspondido.

Un primer momento de elección nos lleva a escoger a ese otro amado a partir de un imaginario que nos supone un ser que es, actúa y representa un conjunto de características que pueden o no corresponder a la realidad... y entonces, ¿nos enamoramos de un fantasma? pues sí, duela a quien le duela. Y no hablo desde x o y teoría, hablo desde mi experiencia personal y desde la de muchos.

A cuantos nos ha pasado que conocemos a alguien y de inmediato un cúmulo de pensamientos nos llevan a imaginar hasta el color de su tendido de cama (uy mera loca esta pelada ¿no?), su comida favorita o si está igual de loco por Various Cruelties como yo.

Supongamos que nos acercamos y entablamos una conversación con esta persona, este primer encuentro verifica o refuta mucho de la película en la que nos montamos, más no la tumba, no del todo porque hay algo muy claro en todo esto, y es que cuando "gustamos de alguien" pues a uno le gusta engañarse, así es más chévere y ese otro seguirá siendo un "príncipe" o un Thor (más a mi gusto ñoño... Dios que brazos que tiene... no divagues Marcela, NO LO HAGAS) al que queremos, es perfecto en su imperfección y nos posibilita tener aquello que nos hace falta, sea lo que sea, lo sepamos o no.

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