Condenado a vivir (Cadáver exquisito)

Ahí estaba él, armado de cianuro y aquella nota que no abría hasta este momento y que decía:
"Ahora debes estar viendo ésto y terminar con los dos, déjame decirte algo, ¡no vas a poder! yo hago parte también y tengo el control. Si estás leyendo ésto ¡sos un cobarde! ¡Enfréntame! tan sólo llámame, estoy acá escondido entre tu pecho y tu corazón."
Pero sabía que no podía dejar a su mujer a merced del aire y su vientre que estaba poseído por una vida en camino. Entonces siguió leyendo... "Ese hijo que espera tu mujer es fruto mío, de Abezi-Thibod, es hijo del mal, no podrás escapar nunca de mí, aún cuando mueras me haré cargo... La pastilla que espera en tu mano no es más que una misera menta porque tu cuerpo me pertenece y tu alma ya es mía".
Arrojó el cianuro y sacó por el costado de su cintura un revolver calibre 38 largo, meditó durante dos segundos, apuntó dentro de su boca y al compás del sudor, vio venir una premonición donde él se observaba a sí mismo fornicando con su mujer el día preciso en que hubo gestación, puso el dedo sobre el gatillo y veía extrañas paredes repletas de tejidos, se sentía estrecho, incomodo, sofocado, quería gritar pero su boca estaba tejida, no entendía nada con relación al momento y solo pensó "cuando termine lo entenderé" disparó y despertó en la una cuna de un hospital al centro de la ciudad.

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Viento en el árbol

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