En fin que no he vivido nada. No sé qué cosa es una guerra y tengo como prisión al cuerpo y alma como campo de batalla. Me debato entre la duda de reflexionar o fluir; esto es situarse en el palco de los espectadores, o estar en cada íntimo instante del milagro. Vivo de pedacitos, pero aspiro a la totalidad, es decir a Mozart y al poema que me redima y me revele los espacios absolutos y la nada. Percibo de mí los sitios más secretos: la culpa, una tercera conciencia de las cosas, la dualidad del pensamiento, la ira pequeña por lo que ya ocurrió. Pero he vivido poco. Treinta años. Dos amores de piel y un querer abandonar esta espera que me señala la vida. Anhelo la anarquía, el más tierno desorden del amor, la cábala los relojes de arena y una habitación sencilla. Quiero tener un destino trazado de antemano, encontrarme con Dios y los abismos y no tener conciencia de la llama. Ser la llama misma y la aventura. Pero vengo de soledades últimas, de...
Siempre confié en la escritura como mi aliada terapéutica más poderosa: desgarra y enternece, retumba y destierra. No hay recurso más inmediato que escribir. Más contundente que el mismo pensamiento, tal vez menos intrusivo, aunque más afilado, más certero. Y como mi herramienta más arraigada, confío en que pueda expiarme de todo cataclismo inherente a la condición de vivir, a la condición de amar. Precisamente, porque reconozco su efectividad es que me siento insegura de expresar algo que ya no haya escrito. Y es esperable, ya antes he amado, ya antes he temido, ya antes he sufrido por lo intangible. No es ajena a mi alma esta tristeza seca, arraigada desde que he podido hilar dos ideas acerca de mí misma; Soy fiel amiga del pesimismo, del auto-flagelo asociado a rumiar pensamientos catastróficos. Ya todo está escrito, es probable. Todo tiende a la repetición. Entonces ¿por qué todo continúa tan confuso? ¿Es esta una necesidad de repetir? como si fuese un impulso inco...
No pensé sentarme a escribir acerca de la forma como ahora entiendo las cosas, nunca pensé tampoco llegar a cuestionarme tanto, creencias tan arraigadas en mí, mi modus operandi ahora mutando drásticamente, a pesar de que antes creía en esas cosas inmutables en la esencia de las personas; aquello que me guiaba a manejarme frente al mundo, el universo, ese karma cósmico que siempre me devolverá lo que he entregado. Me asusta, no podría negarlo, porque sé que he hecho cosas que no han sido muy buenas, que en ocasiones he faltado a mi palabra y no he sido consecuente con lo que pido del mundo y de los otros... pero vamos, sabemos bien que la vida es inestable y lo único que tengo claro es que quiero asumir siempre la responsabilidad de mi existencia. Entonces, siento que veo con tal claridad que puede parecer confusa por momentos, me gusta esta experiencia, esta sensación de sentirme tranquila y sin desórdenes aparentes y este reto tan gigante que me ha puesto el destino ¡tanto destin...
Sencillo pero sustancioso.
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